lunes, 8 de septiembre de 2014

RASTREANDO LOS PRESUPUESTOS





¿Es necesario conocer completamente una teoría o una doctrina para efectuar una valoración objetiva de la misma? Me apresuro a dar la respuesta: no. Y a continuación intentaré justificarla.
Como es sabido, (o debiera saberse), una teoría es un sistema hipotético deductivo conformado por enunciados vinculados por la relación de deducibilidad lógica. Los enunciados son de varios tipos: axiomas (presupuestos iniciales), teoremas, etc. La mayoría de ellos son consecuencias lógicas de otros, y unos pocos, (los axiomas) son los puntos de partida a partir de los cuales se genera la red de proposiciones que constituyen la teoría. Por ejemplo, la mecánica clásica se funda en unos pocos enunciados fundamentales, tal como la primera ley del movimiento de  Newton. En el caso de la termodinámica clásica  ocurre lo mismo, por ejemplo la ley de la conservación de la energía. En el caso de las teorías fácticas, algunos enunciados, los denominados “consecuencias observacionales”, permiten nada más y nada menos que establecer contacto con la experiencia, y de ese modo se logra contrastar (confirmar o refutar) la validez de los presupuestos fundamentales, los que frecuentemente contienen conceptos muy profundos y abstractos. Los axiomas, por definición, no son deducibles de otros enunciados. Se aceptan por la función que desempeñan en el sistema. De hecho, no se consideran verdades irrefutables ni susceptibles de ser examinadas y eventualmente corregidas o incluso abandonadas. Esta es una de las razones por las que la ciencia, a diferencia de lo que se piensa vulgarmente, es conocimiento perfectible y provisorio, y aún las leyes más fundamentales  y consolidadas se consideran hipótesis. Por ejemplo, el desarrollo de la Teoría de la Relatividad trajo como consecuencia la necesidad de la revisión del supuesto de la invariabilidad de la coordenada temporal respecto del sistema de referencia empleado.
Ahora bien, una teoría no se agota en su aspecto formal (lógico). Al fin y al cabo, las teorías se inventan para dar cuenta de algún sector de la realidad, por lo tanto, es crucial el análisis de su aspecto semántico, o sea, el significado de los conceptos que maneja y la adecuación de éstos a los hechos que son referentes de la teoría. En algunos casos los presupuestos están formulados explícitamente, pero en otros no, por lo que es necesarios rastrearlos mediante el análisis, tarea que es de vital importancia, ya que es posible construir teorías que sean formalmente válidas pero semánticamente inconsistentes Por ejemplo, puede diseñarse una teoría de los duendes que tenga una estructura lógica impecablemente formulada, pero esta teoría adolece de un defecto fundamental: la extremada debilidad del supuesto que afirma la existencia real de los duendes. O sea, si bien la referencia de la teoría puede estar bien determinada, su extensión (aplicabilidad a la realidad, por así decirlo), puede ser vacía.
Segunda cuestión. Como es sabido, (o debiera saberse), una teoría no es una isla, es decir no se encuentra aislada del resto del conocimiento. Así, por ejemplo, la Biología se nutre de la Química, y ésta a su vez de la Física, y cualquier modificación de importancia que pueda darse en alguna de estas ciencias puede afectar a las otras, ya que existen relaciones bidireccionales entre las citadas disciplinas. Esto no implica que alguna deba necesariamente reducirse a otra, ya que cada disciplina tiene leyes que les son propias. De esto se desprende una importante característica de una teoría madura, y es que debe ser compatible con el resto del conocimiento bien consolidado.
Volvamos al fin a la pregunta inicial. Tomemos como ejemplo el Psicoanálisis. En este caso los supuestos básicos están formulados explícitamente, por ejemplo, la hipótesis de la existencia de entidades denominadas “yo”, “ello” y “super yo”, como constituyentes esenciales del “aparato psíquico”. Ocurre que intentar explicar la conducta sin atender o no atendiendo lo suficiente al sistema neuro-endócrino es como tratar de explicar las reacciones químicas sin tener en cuenta la naturaleza y las propiedades de los átomos y las moléculas. Es como tratar de explicar la digestión prescindiendo de la estructura anatómica y la fisiología de un sistema digestivo. De modo que, independientemente del contenido de la doctrina que pueda formularse en bases a los supuestos básicos psicoanalíticos, se hace prioritario el análisis de tales supuestos, y sopesar la compatibilidad de los mismos con el mejor conocimiento disponible y confirmado, en este caso, el que nos proporcionan la farmacología y la fisiología del sistema nervioso, que nos ofrecen espectaculares avances. Nos atrevemos a afirmar: no importa cuán popular, difundida o aceptada sea una doctrina o sistema de ideas, puede que  sus supuestos básicos sean  insostenibles y no se correspondan con la realidad.
Otro ejemplo. La teoría del campo morfogenético de Rupert Sheldrake postula la existencia de campos no físicos que existen en otra dimensión. Creo que la sola mención de “otra dimensión” abre la puerta a la especulación descontrolada. Además,  se pretende explicar cómo esos campos se organizan e interactúan para conformar un campo general responsable del desarrollo de organismos, etc. En todo caso, es válido e inevitable preguntarse ¿cómo es  entonces que puede lograrse conocer lo que ocurre en la “otra dimensión”?
El término “energía” constituye otro comodín extensamente empleado en la actualidad para adecuarlo a la descripción (siempre vaga, nunca precisa y detallada) de innumerables eventos no bien conocidos. Es común que se hable de “energía cósmica”, “energía espiritual”, entre otros términos. Se han construido ideologías enteras en base a una confusión: el tratamiento del referente del término como una entidad de existencia autónoma, como sustancia y no como atributo. La energía no existe si no existe la entidad material que la posee. Además, es una propiedad de las cosas concretas y no de las abstractas, de modo que no tiene sentido (salvo metafóricamente) hablar de la energía independiente de la materia, (1) así como de la energía  de las ideas, de los números, de las teorías o de los fantasmas o espíritus, inmateriales por definición.
Para ir concluyendo, creo que es necesario hacer extensivos los criterios expresados en este ensayo  a la vida cotidiana. Un ejemplo típico lo constituyen las estériles discusiones acerca de religiones o dioses, y en estos casos los supuestos involucrados  están implícitos, siendo además completamente antagónicos; por ejemplo, desde un lado se afirma la existencia de lo sobrenatural y desde el otro no, por lo que la discusión, a fin de cuentas, suele reducirse a la evaluación de esos supuestos, en cuanto a su consistencia, su  posibilidad fáctica y su viabilidad.





(1)     Nos estamos refiriendo al concepto general de materia que se maneja en la física y filosofía actuales, de modo que incluye objetos dotados de masa como también los campos de fuerza y las ondas.

domingo, 7 de septiembre de 2014

¿Existe el Alma?


El título con que presentamos esta reflexión es una pregunta que suele suscitar interminables y acalorados debates. Esto es debido a que se elude, intencionalmente o no, la
 pregunta clave que debe ser punto de partida de la discusión. Es decir, debemos explicitar lo más claramente posible qué entendemos que significa el término “alma”. En efecto, si queremos indagar acerca de la existencia o inexistencia de algún objeto que escapa al examen empírico directo, en primer lugar debemos exponer cuáles son las propiedades que le atribuimos a dicho objeto. Se impone, por tanto, comenzar por el análisis semántico.
Intentaré aclarar el significado del término que nos ocupa.
El alma es una supuesta entidad sobrenatural, inmaterial y eterna. Su modo de ser escapa a las leyes naturales conocidas o desconocidas. Existe independientemente del ser que la posee, y por lo tanto, no se necesita ni basta el estudio del sistema nervioso, (mas precisamente del cerebro) si queremos conocer su naturaleza. Esta descripción se ajusta a una visión sobrenaturalista del mundo y es compatible con la religión, la creencia en los fantasmas, en la comunicación con los difuntos, etc., es decir, se fundamenta en la fe ciega, la aceptación de verdades reveladas y en la aceptación acrítica de historias aisladas, no reproducibles y de veracidad no confirmada. Vale también la pena mencionar que la identificación del alma como una “energía” es tan absurda como la atribución de energía al alma. Como lo recalcamos en varias oportunidades, la palabra “energía” suele usarse en forma ambigua e imprecisa, sin tener en claro su significado.
Y ocurre que, transcurridos unos cuantos milenios, y tras interminables especulaciones de teólogos, nadie ha podido ofrecernos la mínima evidencia de la existencia del alma, (al menos como entidad inmaterial). Por el contrario, la Neurociencia y la teoría de la evolución nos ofrecen un bagaje impresionante de nuevos y sólidos conocimientos. ¿No será que la arcaica y obsoleta idea del alma como objeto sobrenatural debe ser reemplazada por ideas modernas y contrastables empíricamente? Dejo planteada esta pregunta libremente al lector.
Desde una perspectiva naturalista, “Alma”, (o “Espíritu”), no existe como entidad real, aunque podemos imaginarla, es decir, solo existe en los cerebros de quienes creen en ella. En todo caso, y si se quiere conservar el término, es el nombre con que se designa un conjunto de funciones que es capaz de ejecutar un sistema biológico altamente evolucionado y complejo (tal como el cerebro humano).No existe independientemente del ser que la “posee”, del mismo modo que no existe una idea si no existe un cerebro que la genere, del mismo modo que no existe el movimiento si no existen objetos que se muevan, del mismo modo que no existen la ira, el amor, el odio, la alegría o la fe sin que exista un ser capaz de experimentar ira, amor, odio, alegría o fe. Las propiedades y las funciones no existen en sí mismas, sino a la par de los objetos que las poseen y de los objetos que ejecutan funciones.
La concepción naturalista se apoya en la Neurociencia moderna, es decir, en el conocimiento objetivo y contrastable del sistema nervioso y sus vinculaciones con otros sistemas que conforman un ser vivo tal como el ser humano. En realidad, en el ámbito de la 
ciencia natural, no interesa demasiado indagar acerca de la existencia de almas, espíritus o fantasmas. Simplemente estos entes quedan excluidos de la investigación, ya que, se asuma o no su existencia, escapan al examen empírico. Se han elaborado teorías acerca del átomo, los fotones, los campos, etc. pero no existe ninguna teoría acerca del alma. Como es bien sabido, los enunciados de una teoría deben ser capaces de someterse a la contrastación experimental, (salvo en el caso de las ciencias formales).
En resumen, la discusión acerca de la existencia o no del alma es estéril y puede conducir a cualquier cosa si no se aclara en primer lugar el significado del término que se emplea para designar el concepto, y la respuesta a la pregunta que inspira esta reflexión depende de la concepción del mundo que se asuma, (si es que se asume alguna).

domingo, 24 de agosto de 2014

Acerca de un mito arcaico

 
Imagen
Autor: Hernán Toro - Escépticos Colombia

Publicado en:
Blogs del periódico El Tiempo - Julio 12 de 2007

Nota: Para conocer las opiniones de otros visitantes y participar en el debate de este artículo, le sugerimos visitar la versión que se encuentra en la sección de Blog del Tiempo, aqui.

 "La realidad, en verdad, es más extraña que la ficción"
 (Aforismo popular)
La percepción sobre nuestros procesos mentales es radicalmente distinta de la que tenemos sobre los objetos naturales, incluidos nuestros cuerpos. Los primeros son intangibles, etéreos, casi mágicos, ocurren en nuestro ser más interno: nuestro yo; los segundos son materiales, tangibles, sensibles, ocupan espacio. Esta diferencia es tan asombrosa que nuestros antepasados postularon un ente incorpóreo e intangible, que animaría nuestros cuerpos materiales. Aunque hay variaciones según la cultura y el credo, este concepto se conoce como "espíritu" o "alma", la cual, según la Enciclopedia Católica, sería el principio interno último por el cual pensamos, sentimos, tenemos voluntad, y por la cual son animados nuestros cuerpos.
Si algo sabemos con certeza es que nos llegará la muerte, y si algún instinto universal tienen los seres vivos, es tratar de evitarla al máximo. La muerte propia o de los seres queridos es el peor golpe que recibimos como personas. Esto hace que la creencia en el alma sea tranquilizante: su presunta indetectabilidad e incorporeidad sería nuestro salvavidas. Este principio "espiritual" entraría en el cuerpo en el momento de su concepción, y lo abandonaría en su deceso. Gracias a ella entraríamos en contacto con la Divinidad y podríamos percibir su acción: revelaciones, dones, profecías, visiones, y demás experiencias religiosas tendrían su base en el alma.

En todo caso, este mito es muy tranquilizante. Si fuera cierto, no tendríamos el sombrío panorama del fin de nuestra existencia. Si existiera, esta vida sería sólo un tránsito temporal; un intermedio entre la inexistencia y la verdadera vida eterna: algo secundario. Si no existiera, esta sería nuestra única oportunidad de vivir y ser felices. La actitud ante la vida es radicalmente diferente dependiendo de qué postura se asuma.

¿Existe el alma? ¿Hay forma de refutarla? Los creyentes, excusándose en su hipotética inmaterialidad dirán que ningún experimento científico puede dilucidarlo. Al contrario, los racionalistas ven que dicho concepto propone una dicotomía de modelos conceptuales sobre la existencia. La primera opción postula que la esencia de la persona no es material sino espiritual, que nuestra mente es el resultado de la actividad del alma inmortal y eterna. La segunda postula lo contrario: nuestra mente sería el resultado de la actividad del cerebro. Si el modelo religioso fuera cierto, la conciencia, la voluntad, la inteligencia, y los sentimientos estarían basados en un ser inmaterial e indivisible, que sólo utilizaría el cuerpo como vehículo temporal y como medio de comunicación. Las averías del vehículo no podrían generar averías en el alma; a lo sumo podrían privarla de información pero no alterarían su autoconciencia, su esencia y sobre todo, su UNICIDAD. ¿Hay forma de contrastar estas predicciones? Ignorando los incontables ejemplos obstétricos tratados previamente, las neurociencias han aportado información de sobra para decidir cuál modelo es correcto.

Después de más de un siglo de neurología clínica y psiquiatría, hoy día sabemos que la base del pensamiento es el cerebro. Esto ha quedado patente en las antiguas cirugías a cráneo abierto con el paciente consciente (1), y hoy día con modernas técnicas de imágenes diagnósticas no invasivas como la tomografía por emisión de positrones o la resonancia magnética funcional, es posible ver el patrón de actividad del cerebro (2), y se sabe qué zonas del cerebro se activan para diversas funciones. Entre muchos otros descubrimientos, se ha encontrado la lateralización cerebral: cada lado del cerebro cumple funciones específicas y diferentes entre sí: esto ha sido evidente en pacientes a los que por algún motivo grave se les ha tenido que extraer medio cerebro (3).

El hemisferio cerebral izquierdo es analítico, racional, lógico; el hemisferio derecho es globalizante, intuitivo, holístico. El izquierdo encuentra la mancha negra en la pared blanca y el derecho nos permite ver el bosque a pesar de los árboles. El izquierdo procesa el lenguaje (en el área de Broca) y el derecho procesa la percepción espacial; el izquierdo es obstinado y el derecho abierto a cambios; en los lóbulos occipitales del cerebro se encuentra la corteza visual primaria, de tal forma que el hemisferio izquierdo del cerebro procesa la mitad derecha del campo visual de los dos ojos y viceversa. Sabemos que los lóbulos frontales tienen importantes funciones de planificación a futuro, los lóbulos temporales sirven en el reconocimiento de patrones (entre ellos rostros), y en particular, el hipocampo, es indispensable para formar nuevos recuerdos.

También se ha descubierto que daños puntuales en alguna zona particular del cerebro destruyen funciones mentales específicas de la persona. Por ejemplo, una apoplejía en el hemisferio cerebral derecho, aparte de paralizar el lado izquierdo del cuerpo, a veces puede generar heminegligencia: un trastorno en el cual el paciente deja de prestar atención a su lado izquierdo del universo: estos pacientes dejan totalmente descuidado medio lado de su cuerpo, comen la mitad del plato, o se maquillan la mitad del rostro, al cruzar una calle no son conscientes del tránsito por un lado de ella; en palabras simples, para ellos medio universo no importa. En casos extremos puede darse anosognosia, que es una negación de la parálisis a pesar de ser evidente. Un paciente con anosognosia puede llegar a extremos de confabulación tales que cuando se le pide que aplauda, puede decir que lo está haciendo y que oye las palmadas, a pesar de sólo estar aleteando con su mano derecha mientras su brazo izquierdo cuelga inerte (4).

Un daño en el lóbulo temporal del cerebro puede incapacitar a las personas para reconocer rostros. Pueden ver, analizar figuras, moverse en el espacio, pero quedan incapacitados para reconocer rostros y reacciones faciales. Este trastorno, conocido como prosopagnosia fue inmortalizado en el libro de Oliver Sacks "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero"(5). Por otra parte, una persona que sufra una lesión en el lóbulo parietal del cerebro puede terminar con la comprensión y percepción espacial deteriorada hasta el punto de no ser capaz de dirigir su vista adecuadamente. No obstante, podrá reconocer rostros, si caen en el centro de su campo visual.
Uno de los peores daños que puede sufrir el cerebro son las lesiones en el hipocampo. Cuando esto ocurre, se puede generar amnesia anterógrada, que imposibilita la creación de nuevos recuerdos. Para efectos prácticos, estas personas quedan congeladas para siempre en el instante en que recibieron la lesión. Al paciente clásico de la literatura, Henry M., nacido en Hartford, Connecticut en 1926, aún vivo, al presentarle una persona, puede conversar amablemente durante minutos de forma aparentemente normal, pero al desviar su atención de ella, después será incapaz de reconocerla. No recordará absolutamente nada de la conversación ni de la persona a los pocos segundos de haberla dejado de mirar. Alguien con este tipo de amnesia puede leer eternamente el mismo periódico todos los días, y todos los días será una novedad. Se le puede contar un chiste mil veces y las mil veces reirá a carcajadas como si lo hubiera escuchado por primera vez. Henry M. es incapaz de formar nuevas amistades; para él, Harry Truman es el presidente actual de los Estados Unidos, y cuando se le pregunta su edad, dice que es alrededor de 30 años (la que tenía al momento de la operación que le generó la amnesia) y por ello, cada vez que se mira al espejo, queda profundamente impactado por el anciano que ve en su reflejo.

Que daños específicos en el cerebro generen daños específicos en la persona, muestra que no es una mítica alma lo que nos dota de pensamiento, sentimientos y voluntad, porque si así fuera, ningún daño en el cerebro podría causar daños localizados en estas funciones. A lo sumo, se podría deteriorar el control del alma sobre el cuerpo, pero la consciencia inmortal e indivisible, la chispa divina en el hombre, no podría verse afectada por lo que sufriera el intercomunicador biológico. El caso conmovedor de Henry M., congelado eternamente en el mismo instante, con incapacidad perpetua para recordar nuevos datos por la extracción de sus hipocampos cerebrales, muestra cuán insultante es el concepto de alma inmortal para explicar la mente.

Hay otros aspectos teológicos interesantes que ha descubierto la neurología. En particular, se ha establecido que ataques de epilepsia del lóbulo temporal del cerebro pueden generar alucinaciones, oír voces, experimentar ceguera temporal, tener sensaciones numinosas y todo tipo de manifestaciones religiosas. Más aún, al estimular eléctricamente estas zonas de la corteza cerebral, los pacientes terminan describiendo experiencias místicas prácticamente indistinguibles de las que se encuentran en las descripciones de los visionarios, profetas y santones orientales. Hoy día, los neurólogos que no reprimen su racionalidad con míticos de infancia, reconocen abiertamente los testimonios de conversión de Saulo de Tarso en Hechos de los Apóstoles (al quitarles sus leyendas tardías) concuerdan a la perfección con un ataque de epilepsia del lóbulo temporal.

Pero el impacto de la neurología sobre la teología no para aquí. Tal vez el aspecto más maravilloso y que establece fuera de toda duda cuál es la base de la persona, viene de una cirugía contra la epilepsia que se realizaba a mediados del siglo XX: “la callotomía cerebral”. Se cercenaba el haz de FIBRAS que une los hemisferios (el cuerpo calloso) para evitar que los impulsos sinápticos de la epilepsia pasaran de un hemisferio al otro. Tras la operación, los pacientes parecían comportarse normalmente pero al examinarlos en detalle se encontró que los hemisferios quedaban aislados entre sí.

En una prueba clásica, se le mostraba al paciente una figura en el campo visual izquierdo (que es examinado por el hemisferio derecho) y no se le presentaba nada al campo visual derecho (examinado por el hemisferio izquierdo). Al preguntársele qué había visto, respondía que nada (el habla es controlada por el área de Broca en el hemisferio izquierdo) pero al entregarle un lápiz a la mano izquierda (controlada por el hemisferio derecho) y pedírsele que dibujara lo que vio, invariablemente dibujaba la figura presentada. El hemisferio izquierdo ignoraba lo que sabía el derecho y viceversa.

El fenómeno es tan asombroso, que el mismo paciente (su hemisferio izquierdo) expresaba verbalmente su asombro al ver el dibujo realizado, después de haber dicho que no había visto nada. En palabras simples, la callotomía cerebral dividía mentalmente al paciente en dos personas independientes e inconexas. Aunque suene cruel, el paciente podría jugar al juego de las veinte preguntas él solo: el hemisferio izquierdo podría pedir en voz alta al hemisferio derecho que piense en un objeto y luego comenzar a hacerle preguntas; éste a su vez podría dar golpecitos con la mano izquierda en el lado derecho del cuerpo (uno para "sí", dos para "no") para responderle al hemisferio izquierdo.

Este es el golpe de gracia al concepto de "alma". Si el alma fuera la sede de la conciencia, y el cerebro sólo un mecanismo de comunicación, la integración de información debería darse en el alma inmortal e indivisible. No importaría que no hubiera puente entre los hemisferios: el alma sería el puente entre ellos, ya que la consciencia y el pensamiento -la integración de la persona- se darían en ella. El que la callotomía genere dos personas distintas con aspectos mentales complementarios y pensamientos aislados es la demostración científica de que el alma no es más que un embeleco metafísico inútil e inexistente.

Pero los golpes a la teología no acaban: se ha descubierto que con el tiempo, el hemisferio cerebral derecho de los pacientes con callotomía termina aprendiendo algunas nociones básicas de lectura que permiten hacerle preguntas simples tipo SÍ/NO/NO SÉ. Para preguntas como "¿Estamos en Estados Unidos?", "¿Su nombre es Michael?", "¿Su sexo es masculino?", se obtenían respuestas correctas e idénticas de ambos hemisferios, pero Vilayanur Ramachandran (6) reportó un resultado impactante: al preguntarle al hemisferio derecho (el artista, el creativo, el fantasioso, el irracional) si creía en Dios, respondía "sí". Al hacerle la misma pregunta al hemisferio cerebral izquierdo (el analítico, el racional, el matemático, el lógico, el científico), la respuesta era asombrosa: NO.

Este es el golpe más contundente para las nociones religiosas ingenuas que creen que somos personas por un alma de fantasía única e indivisible que alguna divinidad mítica infunde en el cuerpo. Los pacientes con callotomía cerebral demuestran que un tajo en un manojo de nervios puede dividir a una persona tan abruptamente que media de ella queda creyente, y la otra media, atea. Ramachandran señala humorísticamente el problema teológico que esto engendra: al morir el paciente, ¿un hemisferio se va al infierno y otro al cielo? La pregunta, que pondrá a cavilar a cualquier creyente, muestra el absurdo del animismo y el espiritualismo desde el punto de vista científico.

Como si no bastara, un último golpe a la explicación espiritualista de la persona humana viene del campo de la neurocomputación y las redes neuronales artificiales. Si el dogma espiritualista fuera cierto, para que hubiera procesos equiparables a los mentales, se requeriría un alma. Ningún artilugio electrónico inanimado podría llegar a recordar, reconocer patrones, imitar fenómenos, o aprender. Por el contrario, si la teoría materialista de la conciencia fuera correcta, sería concebible imitar la arquitectura del cerebro para fabricar máquinas que exhibieran procesamiento cerebral análogo al de los seres vivos.

¿Cuál ha sido el resultado? La neurocomputación, inspirada en la arquitectura neuronal de los cerebros, ha diseñado redes neuronales artificiales, basadas en microelectrónica, que exhiben las mismas propiedades de las redes neuronales de cerebros biológicos. Estos circuitos "sin alma" pueden APRENDER a reconocer patrones (como detectar visualmente células cancerosas con más eficiencia que un oncólogo), a imitar otro fenómeno físico (como modelar automáticamente un proceso industrial para hacer control sobre él), a auto-organizarse y reconocer patrones ocultos en datos aparentemente aleatorios (mapas autoorganizantes que discriminan elementos de un contexto sin entrenamiento previo), etc. El hecho de que los sistemas neuronales artificiales exhiban los mismos atributos de sus contrapartes biológicas demuestra que éstos no se deben a un alma inmortal e inmaterial, sino que son el resultado del funcionamiento del sistema de cómputo neuronal.

La irrelevancia del alma ha sido expuesta por todos los campos posibles del conocimiento científico. Sólo la ignorancia de estos últimos avances humanos y el pavor a la muerte, hacen que buena parte de la humanidad recurra a estas creencias infantiles tranquilizantes. No somos un alma encarnada en un cuerpo. Las personas no somos más que la actividad de nuestro cerebro. Esto lo vive dolorosamente cualquier persona que tenga un pariente con Alzheimer: minúsculos daños vasculares que van acabando el cerebro, a la vez van destruyendo funciones mentales específicas; la persona amada se va diluyendo gradualmente como una pintura en acuarela sumergida en un balde de agua. Cuando se destruye el cerebro, se destruye la vida intelectiva y por tanto, la persona. Sin cerebro, no hay persona. Repitiendo la frase de Héctor Abad Faciolince, el alma no sólo no es inmortal, sino que es más mortal que el cuerpo.

Notas

[1]. Se encuentra una actividad divertida y didáctica que enseña cómo se mapeó la corteza motora del cerebro, en el enlace:
http://www.pbs.org/wgbh/aso/tryit/brain/

[2]. Se puede encontrar un artículo sobre los modernos métodos de visualización de la actividad cerebral en tiempo real, en:
http://www.psc.edu/science/goddard.html

[3]. Por increíble que parezca, un ser humano puede sobrevivir si pierde uno de los dos hemisferios cerebrales, pero las consecuencias para su personalidad son enormes.

[4]. Este y la mayoría de los casos que se mencionan en este artículo se pueden consultar en el libro "Fantasmas en el cerebro" de V. S. Ramachandran y Sandra Blakeslee, y en "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", de Oliver Sacks, el doctor real que inspiró la película "Despertares", protagonizada por Robin Williams.

[5]. La siguiente página ilustra cómo es vivir sin el módulo cerebral para detección de rostros; la autora misma sufre de prosopagnosia:
http://www.prosopagnosia.com/main/stones/index.asp

[6]. Se puede encontrar el vídeo de la conferencia de Ramachandran para Beyond Belief 2006, en la cuarta sesión de noviembre 5, 2006 en:
http://beyondbelief2006.org/watch/

lunes, 11 de agosto de 2014

Naturalismo y Sobrenaturalismo

A Daniel Barona Narváez



El naturalismo es la concepción del mundo que afirma que la realidad está constituida exclusivamente por entidades naturales, y que los procesos que ocurren son naturales y legales. Es decir, afirma que no existen espíritus (dioses, demonios o fantasmas), ni eventos tales como los milagros.
El sobrenaturalismo es, obviamente, la concepción opuesta. Afirma que existen entidades y procesos sobrenaturales, lo cual es compatible con la religión y un montón de creencias populares.

Puesto que naturalismo y sobrenaturalismo son concepciones del ser humano, existen varias   clases de individuos en lo que a la concepción del mundo respecta: naturalistas absolutos y naturalistas "parciales", es decir aquellos que aceptan la existencia de procesos naturales pero a la vez consideran que existe un espectro de entidades y hechos relegados a la esfera de lo sobrenatural, y la clase la de aquellos que no toman partido por ninguna de las posturas citadas, porque simplemente no les interesa. Quien afirma “no creo en las brujas, pero que las hay, las hay”, o “creo en Dios pero no en el milagro de la concepción de su hijo” caen en esta categoría, (mas allá del carácter circunstancial o humorístico que puedan tener estas expresiones),  no se ha detenido a pensar acerca de las incoherencias y contradicciones que estas afirmaciones implican si se toman seriamente. Simplemente no asume una decisión acerca de estas cuestiones fundamentales acerca del Ser y el Devenir.

En el caso del naturalista genuino, éste aspira a adoptar una profunda convicción filosófica acerca de cómo es y funciona el mundo. Toma una decisión. Lo mismo vale para el naturalista parcial. 
 Para el naturalista genuino, no existen medias tintas: se cree o no en la magia, se cree o no en espíritus, se cree o no en milagros, se cree o no, no se cree a medias.

Para el individuo naturalista, las preguntas nunca se agotan, y jamás se encuentran todas las respuestas, (o respuestas definitivas). El proceso de su cuestionamiento es, por así decirlo, infinito, no tiene retorno. Por eso tiene la capacidad de ampliar su conocimiento. Ante un hecho inexplicable, no afirma tener la razón, sino que exige que se busquen explicaciones naturales. Nunca renuncia a esperar que los procesos puedan explicarse en base a la postura ontológica que ha asumido. El naturalista es, por naturaleza, crítico, indagador y aferrado a la razón, y, por supuesto, valora el conocimiento obtenido científicamente.

Aquel que admite la existencia de procesos sobrenaturales asume otra actitud. En cierto nivel del análisis de la realidad, renuncia a pensar, afirmando que la capacidad de la razón ha llegado a un límite y aceptando por tanto la existencia de entidades y/o procesos sobrenaturales, (como en el caso de las supuestas “curas milagrosas” o “milagros divinos”). Se sume en el irracionalismo, aún ante las más contundentes evidencias científicas o del sentido común que puedan refutar sus afirmaciones. Paradójicamente, y como lo muestra la historia, puede tratarse del individuo más instruido que podamos imaginarnos, o el que más enciclopedias haya leído, pero esto no cambia su condición: es un conformista intelectual. En efecto, ante lo incomprensible, se limita a afirmar que la razón humana es insuficiente para abordar el conocimiento de ciertos aspectos del ser y el devenir.
Y de esto concluye que “hay que creer en algo sobrenatural”. No acepta el reto de esforzarse por intentar comprender el mundo objetivamente, de tratar de averiguar cómo y por qué ocurren las cosas.

El naturalismo supera al sobrenaturalismo, ¿en qué sentido? Paso a exponer al menos dos razones:

-a) La postura sobrenaturalista conduce a la decadencia intelectual y al irracionalismo. El sobrenaturalismo, siendo muchísimo mas antiguo que el naturalismo, no ha hecho más que frenar el avance del conocimiento humano. En particular, los dogmas religiosos históricamente censuraron el pensamiento crítico, (piénsese solo en Galileo, Kepler o Giordano Bruno). El sobrenaturalismo ha quedado reducido a la creencia ciega (la fe), a la domesticación de cerebros, a la persistencia de fantasías cada vez más difíciles de sostener a la luz de los conocimientos actuales, tal como la supuesta vida eterna, al conformismo de aceptar “misterios” inaccesibles a la razón. Ahora bien, ¿por qué persiste?, he aquí algunas posibles razones (que solo me limitaré a mencionarlas aunque merecen un análisis detallado): 
- la aceptación de dogmas e inculcación de los mismos a través de generaciones, caso de las religiones.
- la ignorancia y especialmente el desconocimiento de los fundamentos filosóficos de la ciencia (y la técnica).
- la deficiencia educativa en lo que respecta a la promoción del pensamiento crítico, en oposición al pensamiento mágico y místico.
-b) El sobrenaturalismo, en cuanto cuerpo de ideas que puedan servir para algo, quedó rezagado respecto de la evolución de la cultura humana. En efecto, desde el punto de vista pragmático, no se conoce ningún logro práctico fundado en la creencia en espíritus, almas o fantasmas, ni ningún descubrimiento de alguna pauta de la naturaleza que nos permita dominarla (al menos parcialmente). Por el contrario, el naturalismo estimula y promueve el desarrollo de la Ciencia y la Tecnología, cuyos logros están a la vista.

domingo, 10 de agosto de 2014

Un vicio epistemológico

El mundo se nos impone. Asistimos asombrados y sorprendidos a los procesos que en él ocurren. Dada nuestra condición de seres sensibles, curiosos y dotados de la capacidad de analizar, pretendemos encontrar explicaciones para dar cuenta de todo lo que acontece. Se trata de un rasgo típico de la naturaleza humana. El arrollador avance del conocimiento ha logrado satisfacer parcialmente nuestra inquietud, a tal punto que muchos de los eventos que hace un tiempo eran considerados milagrosos pueden  en la actualidad ser explicados en términos naturalistas.
Sin embargo, la fascinación del ser humano por lo mágico persiste. Hipócrates lo resumió de este modo: "Los hombres creen  que la epilepsia es divina simplemente porque no la entienden. Pero si llaman divino a todo lo que no entienden, entonces no habrá fin para las cosas divinas".
También es propia de la naturaleza humana la ilimitada  capacidad de la imaginación para concebir mundos. Y no esta mal que así sea, estamos dotados de complejos sistemas nerviosos que nos permiten hacerlo, al fin y al cabo, no somos autómatas. Lo que resulta extraño es que esta maravillosa capacidad que nos caracteriza persista en el ámbito de la comprensión objetiva de la realidad. No existen limites en lo que respecta a los mundos, objetos y eventos que podemos concebir, lo cual no implica que todos ellos puedan ser reales o posibles, por eso es que cualquier persona cuerda sabe que los cerdos voladores  solo existen en la imaginación, del mismo modo que sabemos que los planetas no son movidos por ángeles.
Ante un evento inexplicable, el ser humano a menudo tiende a atribuir la ocurrencia del mismo a fuerzas sobrenaturales, milagros o cosas por el estilo. Pero esto implica un salto inferencial injustificable. Es mas sensata y coherente la actitud del escéptico, quien afirma que los datos y/o la información y/o el conocimiento disponible no son  suficientes para  explicar el hecho, por el momento. ¿Debemos poner en pie de igualdad a la actitud del supersticioso que y la del escéptico?. De ningún modo.  La afirmación del primero no tiene fundamento alguno, salvo la falta de explicación , se trata de una conclusión  apresurada;  la  del segundo, lejos de ser infundada, arraiga en la ponderación de la mas valiosa y eficaz forma de que disponemos para explicar cuestiones del mundo real: la combinación de razón y experiencia, combinación robustamente sostenida e ilustrada por el enfoque científico, que nos muestra, de modo cada vez mas contundente, que el mundo no es un lugar atestado de milagros ni de magia ni de seres sobrenaturales, sino de cosas  que se comportan legalmente, y que por tanto, hasta el momento podemos esperar hallar un mecanismo que nos permita explicar la naturaleza del ser y el cambio.

lunes, 4 de agosto de 2014

La razón y sus enemigos.

Asistimos a los grandes logros de la Ciencia y sus aplicaciones. El hombre está explorando el Universo y escudriñando el átomo, descubriendo los mecanismos neuroquímicos del cerebro y ha descifrado el genoma humano. Nuestro tiempo está marcado por la tecnología y sus aplicaciones, a tal punto que no resulta fácil imaginar como sería nuestra vida cotidiana si no dispusiéramos de los artefactos que el hombre ha diseñado y construido. La Ciencia (no sus falsificaciones), en cuanto conocimiento, (nunca definitivo y siempre perfectible) ha demostrado ser el modo mas sensato y exitoso de que nos valemos para comprender y dominar el mundo. Hasta aquí, un hecho irrefutable.
Pero –paradójicamente-, persisten (y proliferan) doctrinas, prácticas y creencias del tipo mas variado: desde las mas primitivas y ridículas (como la astrología y la grafología), hasta las mas “sofisticadas” (como la parapsicología y la homeopatía), que se caracterizan por ser infundadas, imprecisas y estériles, (divertidas en todo caso). El irracionalismo, el oscurantismo y la superstición están a la orden del día. Por todas partes pululan curanderos, videntes, astrólogos y estafadores de todo tipo, y, para peor, muchos de ellos tienen la desfachatez de lucrar con la ignorancia de la gente.
Cabe preguntarse: ¿cuáles han sido los logros teóricos y prácticos de cualquier seudociencia en siglos de existencia, (aparte de engañar a millones de crédulos)? ¿Por qué las seudociencias no nos exponen teorías, enunciados legales y mecanismos explicativos de los eventos a que se refieren?, ¿y por qué no nos ofrecen procedimientos empíricos objetivos que nos permitan corroborar sus afirmaciones?
La respuesta a semejante contradicción de la historia humana, (el avance del racionalismo y del irracionalismo a la par) corresponde a la Sociología y Psicología social, pero aún así permítaseme expresar la opinión de que existen por lo menos dos factores de peso que contribuyen al problema:
En primer lugar, la poderosa influencia de los dogmas religiosos que venimos arrastrando desde hace siglos ejerce un efecto paralizante sobre la capacidad de cuestionar y criticar del ser humano. Por definición, el dogma no admite la crítica racional ni la comprobación empírica y debe engullirse tal como se lo impone. La enseñanza religiosa promueve el pensamiento mágico y místico, y la aceptación de verdades eternas e irrefutables, y por tanto, censura la capacidad de analizar. Pero, ¿no es precisamente esa capacidad la que nos permite tratar de conocer la naturaleza del Ser y el Devenir? La sociedad (y las ideas que en ella se generan) es un sistema que está cambiando permanentemente, y el dogma religioso viene rezagado respecto de este cambio. Recuérdese que debieron transcurrir siglos antes que el Papa Juan Pablo II ordenara la formación de una comisión que terminó reivindicando las censuradas ideas de Galileo, (por citar un ejemplo). Obviamente, debe tolerarse y respetarse la creencia y la convicción religiosa, acá solo pretendemos señalar los efectos nocivos para el intelecto humano que resultan de la imposición o inculcación de dogmas, así como el impacto social que éstos pueden acarrear, y de hecho, han acarreado, en particular cuando se consolidan como  axiomas ideológicos de poderosas instituciones,  como es de público conocimiento.
En segundo lugar, las pautas educativas sobredimensionan el aspecto cuantitativo en detrimento del cualitativo. La acumulación de información no garantiza el logro de lo que debiera ser un objetivo primario de cualquier sistema educativo: enseñar a pensar.
Me pregunto: ¿no valdría la pena promover ya desde tempranas etapas de la educación el estudio de la Lógica y la Semántica, el análisis conceptual, (crítico y racional), como herramientas para analizar el mundo? Probablemente el estudio profundo de lo que es la Ciencia, su naturaleza, técnicas y objetivos, contribuiría a lograr lo antedicho, puesto que abordar problemas de modo científico, exige la racionalidad y la comprobabilidad como criterios fundamentales (epistemológico y metodológico, respectivamente). Solo la combinación de la razón y la experiencia puede permitirnos obtener un conocimiento objetivo de la realidad.

domingo, 3 de agosto de 2014

SUBASTAN LA CARTA EN LA QUE EINSTEIN HACE «PROFESIÓN DE ATEÍSMO»

Una carta escrita a mano por el físico Albert Einstein un año antes de su muerte, expresando sus puntos de vista sobre la religión, saldrá a la venta este mes en eBay con una oferta inicial de 3 millones de dólares, dijo una agencia de subastas.
Conocida como Carta sobre Dios, la correspondencia ofrece percepciones sobre sus pensamientos privados acerca de la religión, Dios y el tribalismo de una de las mentes más brillantes del mundo.
«Esta carta, en mi opinión, tiene una relevancia histórica y cultural ya que refleja los pensamientos personales y privados del hombre más inteligente del siglo XX», dijo Eric Gazin, presidente de Auction Cause, la agencia de subastas con sede en Los Ángeles, que se encargará de la venta en eBay.
«La carta fue escrita al final de su vida, después de una vida de aprendizaje y pensamiento», agregó.
Einstein escribió la carta en alemán, el 3 de enero de 1954, en la Universidad de Princeton y estaba dirigida al filósofo Erik Gutkind después de leer el libro de Erik Gutkind Escoger la vida: la llamada bíblica a la rebelión.



«La palabra Dios para mí no es nada más que la expresión y producto de la debilidad humana, la Biblia una colección de honorables, pero todavía leyendas primitivas que sin embargo son bastante infantiles. Ninguna interpretación, no importa lo sutil que sea, puede (para mí) cambiarlo», escribió el científico nacido en Alemania, que en 1921 recibió el Premio Nobel de Física.
El vendedor anónimo de la carta, que será subastada con su sobre original, sello y matasellos, la compró a Bloomsbury Auctions en Londres en el 2008 por 404.000 dólares.
Desde entonces, la carta ha estado guardada en una cámara de temperatura controlada en una institución pública.
Aunque la oferta inicial de la subasta de eBay sea de tres millones de dólares, Gazin, quien manejó subastas previas de alto perfil, dijo que espera que pueda doblar o triplicar la suma en la subasta que se celebrará entre el 8 y el 18 de octubre en www.einsteinletter.com .
«eBay tiene la mayor audiencia posible y es tan universal y tan accesible», explicó, agregando que hace diez años la última gran carta de Einstein fue vendida por más de dos millones de euros.
«Creemos que es un precio de salida razonable dada su importancia histórica y el interés en Einstein», agregó Gazin.

Agencia Reuters.